martes, 23 de noviembre de 2010

EL SILENCIO DEL ALMA



… la alegría se ahuyenta a veces de nosotros… sin saber cómo, una palabra, un gesto, una mirada inesperada, la disonancia de un despertar… y todo parece volverse del revés… algo que dije ayer, algo que no recordé hoy, la más pequeña de las palabras, cualquier hecho por insignificante que sea es capaz de desmoronar el ánimo de los días… nunca sabemos cuánta verdad o cuánta confusión podemos transmitir en lo más pueril, en el acto más insignificante y es que nunca llega todo lo que se ofrece y nunca lo que se expresa tiene el sentido y la importancia con que es recibido…

Nos dice Moratiel que ‘la alegría es ver que todo pasa’ y ciertamente nada de estos pequeños altercados quedan en los anales de la historia, tan sólo en nuestra pequeña e insignificante historia y a veces esos actos, esos incidentes pueden no dejar huella, pero en otras su repetición es generadora en el tiempo de una penumbra en el ánimo, una penumbra que desluce nuestro ser, nuestra alegría, como que la aparta, la aleja siendo lo más deseable que en esos momentos permanezca la esperanza de alejar lo que nunca estuvo en nuestro ánimo.

En esos momentos primeros, los pensamientos, las elucubraciones circulan a la velocidad de la luz, cómo subsanar el error, el malentendido? cómo evitar lo que nunca deseamos… cómo explicar, decir… cómo… si lo que fue se comprendió de otra forma? o no sé comprendió? y se nos ocurre mil y una explicación, mil y una forma de enmendar lo que no sabemos cómo se ha generado o tal vez sí, y las posibles explicaciones suelen rozar aspectos opuestos, momentos o situaciones anteriores y así aglomerar un ovillo de controversia que crece de forma insospechada e inesperadamente… …



… acallar el instante alterado, dejar que las horas apaguen su incendio, que el ánimo halle la calma, que el silencio nos reconduzca, que en la quietud el sentir reencuentre y recobre su transparente color… dejar que todo pase, que todo regrese a su cauce… después podremos compartir, después podremos hacernos entender o abrirnos al entendimiento… mañana, pasado, o cualquier otro momento, pero más tarde, cuando el impulso que generó ese instante haya franqueado el silencio del alma…


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domingo, 14 de noviembre de 2010

TRISTEZA


Siempre el sentir es inevitable, lo que nos habita siempre es algo que se nos escapa de la mano, de nuestro control e incluso de nuestra capacidad… el sentir es como la existencia del alma, no se ve, no se comprueba, nunca puede medirse, jamás puede destruirse, ni tampoco ignorarlo… lo que sentimos nos anida, nos imbuye de su esencia, nos eleva o nos hunde según sea su matiz; cuando la alegría nos invade, aunque el día sea gris, acogemos las penumbras como el retorno de recuerdos, el paso del otoño o simplemente la nostalgia de lo habido, si nos invade la tristeza aunque el sol brille en lo alto, la vida es como un bazar de material desechable y es que siempre nuestro sentir nos viste la mirada y el alma nos dibuja el sentir…

La capacidad de respuesta en el ser humano, aun finita y limitada, sabe o puede curar las heridas de ese sentir que altera el color de la mirada; cuando la tristeza oprime nuestros días, cuando ese velo nos opaca el horizonte, huir no nos sirve de nada, esconderla tras actos estudiados, no nos sirve de nada, ignorarlo, no nos sirve de nada porque sigue ahí, encerrada, pugnando por salir… diluirla, admitirla, aceptarla es como abrirle las puertas, cederle su espacio, reconocer su presencia y dejarle libre su camino.

‘la tristeza no es ver que todo pasa’ y es que todo no ha de pasar, la vida sigue estando con nosotros, el amanecer sigue amaneciendo con nosotros, la noche sigue acogiendo nuestros sueños y la lluvia mojándonos el rostro… la tristeza no ha de apartarnos de este amanecer, ni de ese anochecer ni tampoco de esa lluvia si no que hay que mirarla sabiendo que la luz del amanecer morirá al caer la tarde y la lluvia dejará de mojarnos al salir el arcoíris…

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