domingo, 20 de julio de 2008

DAME TU CORAZÓN (Reflexión)


Buscaba un texto que en cierta forma diera “explicación” a nuestras improvisaciones, a nuestras espontaneidades, a nuestra naturalidad impensada. Cuando sin pensar actuamos, hacemos cosas o decimos palabras imprevistas, nosotros mismos, a veces, nos sorprendemos. Si volvemos sobre ellas, lo primero que nos viene a la mente es ¿cómo hice o dije tal cosa?

No siempre acertamos, es cierto, pero a veces aquel arranque de espontaneidad resulta ser lo más adecuado, lo más idóneo, lo mejor que podíamos haber hecho y quizás no lo hubiéramos llevado a cabo si antes lo hubiéramos razonado.

Moratiel solía decir en los encuentros que no pensáramos las preguntas, los interrogantes, las cuestiones… que simplemente las dijéramos. Cuando pasamos nuestro interrogante por el medidor de lo correcto o de lo adecuado acabamos callando. ¡Cómo se me ocurren semejantes cosas! ¡Suerte que nada dije! Y quizás al cabo de un tiempo nos arrepintamos por no haber dicho o hecho tal cosa o tal otra.

Si dejamos nuestro corazón al sentir de dentro, al latir de lo profundo sin adornos, prejuicios o intereses externos, parece como que alguien nos dijo lo que teníamos que decir, como si alguien nos hubiera chivado las palabras. Guiados por el sentir del corazón creo que no debiéramos tener temores, a pesar de que a veces, nos pueda parecer a simple vista algo incoherente o fuera de lugar.

Dar el corazón al silencio da esa confianza ilimitada al hacer, al decir, al escuchar o simplemente al estar.
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