jueves, 25 de septiembre de 2008

OTOÑO

El ciclo de las estaciones regresa de nuevo en estos días, con el recién estrenado otoño.

Estación extraña, ingrata a veces a nuestro ánimo, iniciamos un nuevo curso, una nueva etapa, un regreso a la cotidianidad, a la monotonía, los árboles son quizás los más expresivos pues pierden su belleza, su ropaje, los días se acortan, empieza lo grisáceo y también la época de apretarse los cinturones, económicamente hablando.

Suele tener mal recibimiento el otoño y sin embargo es una estación de belleza oculta. El otoño nos regala de nuevo esos días de cierta vistosidad, días en que, a los que gusta pasear, observan con facilidad los cambios que la naturaleza les muestra. Los árboles se despojan de sus vestiduras para dar luego a la primavera la oportunidad del color y la algarabía, o como decía Moratiel, las hojas ceden su lugar a otras que vendrán por vez primera y es también una buena forma de ver nuestros días, nuestro regreso a la cotidianidad.

Nuestro hacer regresa a lo conocido y nuevo a la vez. Los niños aprenderán otras enseñanzas en la escuela, los adolescentes quizás cambiarán de centro y conocerán a otros compañeros, los que trabajamos regresamos para reencontrarnos con los que compartimos tantos otros momentos, algunos otros quizás su vida cambiará por mil motivos distintos, pero el comienzo de algo siempre es una nueva oportunidad que la vida nos ofrece.

Solemos quedarnos con la parte que ya conocemos, la que externamente repetimos y nos olvidamos que cada jornada, cada momento, cada ahora es una nueva oportunidad para acoger otros pasos de nuestro caminar.

Si la vida nos regala las estaciones, si la vida nos ofrece este otoño, sepamos acogerlo, sepamos aceptarlo en sus formas, en sus expresiones, en sus peculiaridades, porque al acoger y al aceptar, acogemos también el dejar atrás parte de nuestro equipaje, parte de nuestras ataduras, parte de nuestro egoísmo, parte de nuestro ego. Acoger y aceptar los distintos paisajes de este mundo, da a nuestro caminar el andar aligerados, es caminar algo más vacíos… seamos como ese árbol que se despoja para dar espacio a nuevos follajes, a nuevos brotes, demos espacio, oportunidad a la misma vida para que siga ofreciéndonos nuevos instantes, distintos momentos, ahoras de vida.

Es verdad que habrá personas que llegarán al final del camino, personas a las que quizás deberemos decir adiós… pero me gusta pensar que no existe el “adiós” sino que es un “hasta luego” porque todos tenemos un camino, un horizonte y una meta, y una vez alcanzado nos reencontraremos en otro caminar más allá de nuestro entendimiento mundano, más allá de nuestra capacidad de comprensión, quizás sea allá donde está Moratiel, quizás sea en ese lugar donde habita el Silencio, en ese silencio que no es mudez, sino una llenura plena de vida.
*

2 luces en el Silencio:

Verónica dijo...

Me ha encantado y me ha llenado de ilusion y nostalgia...

besotes de esta peke

pd; te invito a mi rincon con una buena taza de cafe caliente

Ernesto. dijo...

Me ha gustado este texto. Por la extensión de mi comentario amiga lo he puesto como entrada en mi blog.

Un abrazo.