martes, 24 de diciembre de 2013

CREER


Desear que las cosas sean de otra forma de como son, abrir la mirada a otra posibilidad, sentir que su paso  puede ser diferente… no significa tener la cualidad, ni tampoco el poder de cambiarlas, pero sí surge la creencia, el deseo, incluso la ilusión y la esperanza de poder ser alcanzado…

Crecer en la vida sólo se consigue si permanecemos en ella, no se crece por lo que a uno le cuentan, ni por lo que a uno le explican, ni por el avance o el crecimiento ajeno, eso nos puede servir de pauta, de guía, pero la verdad es que la experiencia sólo se adquiere experimentando, viviendo... Quizás por eso siempre me da que pensar estas teorías, terapias u opiniones que nos inducen y empujan a querer que veamos lo que no hay, lo que por mucho que se mire no se ve, esa insistencia en que nuestra mirada a de ver un presente o una situación de forma determinada, positiva, concreta. Y para ello se despliega a nuestro entorno una retahíla de consejos inacabables, de frases para “creer" lo maravilloso, lo grande y excepcional que es uno, y generalmente la verdad es que por más que uno lo intente, al miramos en el espejo, no podemos evitar seguir viendo al ser débil, triste o deprimido que uno lleva consigo.

Creer, no es para mí afirmar lo que no consigo ver, no es aceptar una ristra de teorías, consejos y buenas intenciones, creer es… la capacidad de ahondar hacia el interior de uno mismo, hacia la verdad y sinceridad de uno mismo y aceptar lo que ve, lo que hay, lo que vive… y saber lo caduco que es el tiempo y sentir la necesidad de traspasar el momento, de rebuscar en ese adentro y hallar el poder de cambio, el deseo -al menos- de intentarlo, de arañar la esperanza o la ilusión de variar lo que no nos hace felices, pero siempre partiendo de una realidad, de una concreción: la de este instante, la de ahora, este momento…. y por supuesto desde uno mismo.

Creer no es una admisión a ciegas, no es sumisión a lo dicho, a lo escrito, a la teoría… creer es sentir que ese cambio es posible, que puede ser aspirado en la vida y no disfrazando la propia imagen ante un espejo, sino descubriendo otra puerta que abrir, otra ventana que nos ilumine, sentir ese hormigueo en el estómago, esa inquietud de posible cambio, saber que el día puede ser distinto, que las cosas pueden ser diferentes, de otra forma… al fin y al cabo, el motor que nos empuja es el nuestro, y como buen motor no se ve sino que trabaja en el interior para mover todo el engranaje, y no puede llenarse de sensaciones y experiencias ajenas, sino que se ha de mimar, cuidar y abonarse desde la propia tierra que es uno mismo…

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