La personalidad, la rutina de nuestro carácter, el hábito en nuestros días, las costumbres, nuestra propia experiencia adquirida en el tiempo y así toda la retahíla de aspectos que envuelven nuestra vida, imprimen a nuestro mirar el mundo, bajo unas pautas que vamos estableciendo consciente o inconscientemente en este pasar por la vida.
Quizás no sepamos por qué o como explicarlo, pero hay gente que tiene esa predisposición optimista que le hace ver y vivir la vida de una forma posiblemente más ingenua pero feliz, en oposición de los que en todas partes encuentran y ven lo negativo o lo complejo de las cosas.
Todos quisiéramos saber vivir con cierto optimismo, con cierta benevolencia en el entorno, pero no nos damos cuenta y aplicamos nuestra particular manera de ser, nuestra personal forma de ver. Si en un momento dado vemos o nos damos cuenta de lo que acarrea el pesimismo, la desilusión o la tristeza por lo que no conseguimos y deseamos, y somos capaces de ir poco a poco modificando nuestra forma de mirar la vida, de mirar el mundo, de mirar las pequeñas cosas, llegamos a distinguir cuánto cambia la misma vida.
Cambiar la mirada no es un hecho de hoy para mañana, no es como cambiarse de ropa o darse una ducha. Ver las cosas de distinta forma es un proceso interior, es una metamorfosis de lo que nos habita, de lo que manifestamos desde dentro, atañe al pensamiento, a la mente, al sentir, al aprender a valorar unos aspectos más que otros o a cambiarlos, es todo un renovar que proviene siempre del interior, de nuestro mundo íntimo y personal.
La mirada que sale al exterior es un reflejo de nuestro ser, del sentir, del ánimo y de la voluntad que cada uno ponga en esa proyección, en esa expresión de uno mismo hacia los demás y hacia el exterior.
Cambiar la mirada triste o melancólica por un abanico de miradas positivas, armónicas y benevolentes envuelve la vida, nuestra vida de inexplicable vigor, de energía que seduce, de una vivacidad que se expande y de un calor que desconocidamente amplia el horizonte de nuestro existir.
La vida, como todo lo que la forma y la habita, se vuelve distinta, bella y con hermoso color ante la luz de nuestras miradas.
sábado, 19 de enero de 2008
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1 luces en el Silencio:
Así fue... como de la noche al día.
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