Cuando somos capaces de calmar nuestra vida, cuando nuestros quehaceres, nuestras actividades y nuestros deseos los dejamos aparcados, cuando damos calma a nuestras acciones, a nuestros dinamismos, cuando damos espacio a la vida, a la contemplación… nos ofrecemos la oportunidad de un encuentro.
En esos espacios de calma exterior, de apaciguamiento de actividades, podemos adentrarnos hacia nuestro interior donde nuestra alma puede hallar el medio para encaminarse hacia si misma. Puede ser el instante para retomar el encuentro con el Dios de la vida, con la divinidad, con la trascendencia, con lo oculto, con lo callado o silencioso que hay en nosotros. Un encuentro que puede manifestarse en la soledad, en un cruce de pensamientos, en un sentimiento, en un rayo de sol, en una silenciosa llovizna, en un oscurecer… cualquier lugar y momento puede adentrarnos hacia nuestro sentir, hacia nuestro vivir, hacia la compañía de lo inefable; en cualquier instante o circunstancia puede surgir un encuentro que nos llene y nos inunde de lo indecible, de lo inexpresable que nos habita.
Quién ha experimentado uno de esos breves espacios, quien ha vivido uno de esos momentos, sabe que la felicidad es intensa e inmensa. En esos instantes la vida nos ensimisma por si misma, nos llena con su sola presencia, nos alegra ante cualquier expresión, manifestación o revelación que nos ofrezca, nos regale o no dé. Es bello el sol que nos alumbra, la palabra que recordamos, la voz que escuchamos un día cualquiera y es bella la simple sensación de vivir la vida.
Moratiel nos habla de “ensimismarnos con la vida” pero para ensimismarnos con la vida debemos aprender, entender y acoger la vida a través de si misma, tal y como ella es, no a través de nosotros mismos o como nosotros queremos que sea, sino como ella es.
jueves, 22 de noviembre de 2007
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1 luces en el Silencio:
Entre ayer y hoy (24hs, por marcar un tiempo...) ha sucedido en mi interior de todo. Horas atràs me parecìa que vivir la vida con intensidad era casi que hundirse con ella misma...tocar su abismo, volverse nada. Sòlo un dìa de diferencia, (24hs...) para sentir que vivir la vida es respirarla, saborearla, cantarla, abrazarla...
Dos extremos...una misma lìnea vital...dos formas de acogerla: vivir para morirla, y morir para vivirla...
Pareciera que para experimentar la misma vida hay que peregrinar la constante muerte.
Se vive muriendo...y se muere viviendo...
Siempre presentes los opuestos...y el tiempo ahì..."marcando": tic-tac;tic-tac...
Pero es cierto que hay momentos en que lo Eterno nos dice Presente: basta mirar un rayo de sol que se cuela entre el follaje de un àrbol, basta volverse brisa, horizonte,sostener la noche con nuestra mirada...es como que lo Eterno se escapara de sì y se "colara" en el tiempo.
"Vivir... es pasar"...es tan cierto!.
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