lunes, 5 de noviembre de 2007

NO TE VAYAS

“NO TE VAYAS DE AQUÍ, NO TE VAYAS DE LA VIDA, NO HUYAS DEL AMOR”
(La Posada del Silencio, pág. 44)


¡Qué hermosas y bellas palabras, nos dice aquí Moratiel!

En general todas sus palabras son como destellos de luz que alumbran nuestro ánimo y nuestro caminar cuando éste se encuentra apagado, cuando nos sentimos como aletargados y ausentes del presente que nos acoge.

Escuchar que alguien te dice “no te vayas”, es como una hermosa melodía que te envuelve y te ampara, te ofrece su presencia y expresa lo importante que eres para aquel que te lo está pidiendo. Moratiel nos lo transmite como una petición desde la misma vida, desde el mismo sentir, es el eco de ese Dios de la vida que siempre nos asiste.

El hombre no siempre es consciente de esa necesidad que la vida tiene de él, nosotros necesitamos que sea otra voz, otro sentir, otro ser como nosotros, necesitamos y queremos que esa petición venga en su manifestación humana, un igual a nosotros. No sabemos vivir arropados por la única presencia de la vida, queremos y necesitamos apoyarnos unos en los otros y cuando esta relación de cercanía, de complicidad, de unión no está presente, nos sentimos solos, alejados, como exiliados de la vida.

Moratiel que conocía bien ese sentir de la soledad, del aislamiento del alma, nos da un camino, nos da una andadura, la del Silencio. No es una senda donde debamos permanecer callados, silenciosos como comúnmente podemos entender, sino un camino donde nuestras ansias, nuestros deseos o quizás él nos diría, nuestro ego, que quiere dominar y ser dueño de la situación, quedan como apartados. El Silencio es para no dar tanta importancia a nuestros objetivos, a nuestros deseos y contemplar la vida desde la misma vida, vivir la vida recibiendo lo que ella nos da. Por eso “no te vayas de la vida, no te vayas de aquí” porque si nos vamos, la vida no tiene con quien compartir todos sus grandes tesoros, todos sus bellos momentos.

Así pues, “no huyas del amor” porque la vida que nos ha sido dada es para compartir y para recibir todo aquello que para nosotros tiene reservado la misma vida, la vivencia del eterno presente, la presencia y el disfrute de todos nuestros ahoras.

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