sábado, 8 de diciembre de 2007

"EL DESCANSO DEL GUERRERO"

Hay momentos en que nos hallamos en una especie de batalla campal con nosotros mismos. Puede ser con los de casa, quizás con el trabajo, diferencias de amistad o cualquier otro motivo que nos hace pasar un tiempo de alteraciones, de luchas y discusiones internas que nos arrastran hacia un malestar e incluso hacia un desapego por todo. A veces ni tan siquiera hay altercado, ni diferencias, ni motivos aparentes para sentirnos apáticos, grises o desilusionados de nuestro propio hacer y sentir, pero las cosas no son como quisiéramos y nos agobian, nos desagradan… hay situaciones que nos provocan esos estados de tristeza, de fastidio, de irritación…y quisiéramos pasar de todo y de todos. Nada nos motiva, nada nos ilusiona, nada nos provoca placer, ni nada nos da alegría.

Estos estados o etapas, los vivimos todos. Todos pasamos por períodos en que lo único que deseamos es que nos dejen mínimamente en paz y cuanto más nos olviden mucho mejor. Es humana esa sensación y es humano sentirse así.

Ahora bien, lo que realmente es importante, no es el suceso en sí, no son las penalidades que podamos vivir, no es el malestar que podamos experimentar… lo más importante es nuestra respuesta, nuestra disposición, nuestra réplica, nuestro desplante al retomar las riendas de nuestra vida. Cuesta enormemente cambiar el curso de los acontecimientos, es un quehacer que requiere de nuestra voluntad y de nuestra decisión. Hundirse en el victimismo, recrearse en el pobrecito de mí, no sirve de nada, excepto para aumentar la pesadez de la situación. Cuando nos levantamos del suelo, cuando hincamos los codos, cuando estrujamos nuestras penas… las fuerzas y el coraje, poco a poco y lentamente sentimos como el aire de la vida nos acaricia nuevamente el rostro, empezamos a decir adiós a lo que ya quedó en el pasado y aunque nos duela el cuerpo por el batacazo recibido… no importa, acude a nosotros ese querer ser nuevamente dueños de nuestra existencia, hay en nosotros la fuerza suficiente para seguir nuestra senda y para recibir todo aquello que la vida nos tiene reservado. Quizá caigamos de nuevo, pero de nuevo podemos levantarnos, quizás nos golpeemos de nuevo, pero nuestro cuerpo lo curará, quizás la pena o el dolor nos supere, pero no debemos cejar, esa es la batalla que hay que conquistar y tenemos los medios, tenemos a nuestro alcance las armas necesarias para conseguirlo. De nosotros depende el ímpetu, el deseo, el empuje, la voluntad de levantarse y seguir. Siempre seguir.

En el momento, en que ya hemos dado nuestros primeros pasos, algo nos acoge, una dulce sensación nos envuelve, una tímida alegría nos nace… es esa aureola que envuelve a “el descanso del guerrero” cuando la osadía de las hostilidades van perdiendo su bravura, cuando de nuevo resurge el sol, cuando el color empieza a aparecer, cuando la luz de nuevo nos ofrece sus destellos y la alegría nos anima a caminar, renovados y crecidos, porque liberamos una batalla, un altercado sin sangre, sin pérdidas materiales pero en muchas ocasiones dura y cruel.

La vida, nuestra vida merece nuestro esfuerzo, nuestro empeño y nuestro deseo de que en ella haya espacio suficiente para que de nuevo surja la alegría de compartir, la alegría de convivir, la alegría de conocer y la alegría de vivir. Sin ninguna duda esa sensación de reencontrarnos, esos momentos del “paso” bien andado, se asemeja al ahora del “descanso del guerrero”.

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