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Hay en nuestro interior una presencia siempre presente. Hay siempre en nuestro interior un espacio ocupado. Es el ruido que nos habita, que nos invade, un ruido que forma parte de uno mismo, porque si ese ruido no existiera, si ese ruido no estuviera ahí, simplemente habría oquedad, hueco, envoltorio, envase, cuerpo vano.
Cada uno de nosotros está habitado, habitado por su sentir, por sus pensamientos, por sus quehaceres, por sus deseos, por tantas y tantas cosas, que todas ellas son las que realmente constituyen o forman nuestro especial y singular ser. Un ser diverso, distinto de nuestros semejantes, parecido pero no igual y es que somos una riqueza de matices y una variedad de manifestaciones incapaces de percibir y nos perdemos un poco en cada una de ellas sin llegar a conocerlas todas.
Cuando hablamos de nuestro ruido, ese ruido no es más que la manifestación de un aspecto que sobresale del resto, consciente o inconscientemente, pero es algo que nos preocupa, algo que quizás le damos excesiva importancia y por eso adquiere más presencia que el resto, y la verdad es que las inquietudes, las alteraciones y la propia diversidad estarán presentes siempre.
La práctica del silencio es para calmar, para situar todo de nuevo otra vez, cada cosa en su lugar, cada aspecto o preocupación en su sitio y que nada ocupe más espacio del que necesita, es armonizar nuestro interior; y a su vez, permitirnos ese espacio donde descubrir parte de toda esa riqueza que nos habita y que desconocemos porque nunca nos paramos a descubrirla.
Sentir nuestro ruido, no es perjudicial, no es gravoso simplemente es como una llamada de atención de que algo se ha como extraviado, de que algo tenemos que situar de nuevo en su espacio y en su lugar. Darnos, ofrecernos silencio es como ordenarnos, es como establecer esa organización interior que parece haberse alejado. Cada uno de nosotros somos especiales y únicos, pero al no conocernos en nuestra totalidad, andamos como desorientados, como alterados de nuestra propia completitud.
El silencio, esos espacios de tiempo con nuestra desconocida totalidad.
El silencio esa puerta que permite la manifestación entendible y comprensible de parte de nuestra interioridad, de nuestro ser único, de nuestra singularidad.
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miércoles, 6 de febrero de 2008
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