jueves, 20 de septiembre de 2007

EL SENTIDO DE LA VIDA

Transcurrimos por la senda de la vida sin darnos cuenta, muchas veces, del sentido que nuestra existencia tiene en el mundo.

Se han hecho familiares en el lenguaje cotidiano, un conjunto de exclamaciones como:
¿Qué hago yo en este mundo?
¡Para lo que sirvo!
¡A quién le importa lo que a mi me pase!
A nadie le interesa lo que yo piense
Para lo que le importo a…
Da lo mismo que lo haga o que no
… …

Hay momentos en que nos da la sensación que nuestra presencia y nuestro hacer, en este mundo nuestro, es totalmente inútil y no le interesa a nadie.

Y es que enfocamos nuestros momentos, nuestros pensamientos, y realizamos nuestras acciones esperando una respuesta exterior.
Vivimos pendientes de la respuesta externa.
Buscamos el beneplácito que está fuera de nosotros sin tener la seguridad, ni la certeza de obtenerla, y nuestro ánimo y nuestro sentido lo hemos hecho dependiente de esa respuesta.

La vida existe para cada uno de nosotros, porque estamos en ella, porque la vivimos por mediación de nuestro cuerpo y la sentimos en nuestro interior, en nuestra alma, en nuestro corazón. Sin esa vida nuestra, la propia, la personal, la individual de cada uno, no existiría esa referencia o relación de una hacia las otras. La vida de cada uno, es primordial, es lo único que tenemos, es lo que hemos de cuidar, mimar, aceptar, entender y atender siempre.

Hallar el sentido de nuestra vida, es encontrar la esencia, la verdad, la belleza, la sinceridad, ver lo hermoso, lo trascendente, lo limitado, las carencias y las imperfecciones que nos habitan.

Hallar el sentido de la vida es ir transformando, aceptando y asumiendo los sucesos de todos y cada uno de nuestros momentos, aquellos que vamos viviendo y aquellos que no podemos alcanzar o a los que no podemos llegar. Debemos aprender de ellos y vivirlos todos.

Cuando un ser es capaz de vivir la vida sin afán exterior, sin poder y en libertad… Cuando somos capaces de aceptar lo que se nos ofrece, lo que se nos da, lo que se nos otorga… Cuando admitimos nuestra limitación, nuestra imperfección, nuestra particularidad… vivimos una existencia de vida. La existencia adquiere sentido porque toda la plenitud, toda la expresividad y toda la vida habita, camina y se manifiesta en mí, sólo viviendo la vida desde mí, puedo aportar, puedo dar y puedo regalarme al mundo, uniéndome a él, formando parte de él, participando en él con mi individualidad y con mi singularidad, en la alternancia de la admisión y la donación.

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