sábado, 29 de septiembre de 2007

ESTRENAR LA VIDA

Cuando se nos habla en términos vitales y espirituales, prácticamente todos inciden en la importancia de descubrirnos a nosotros mismos, de establecer esa unión entre nuestro interior y nuestro exterior, en que conocernos a nosotros mismos es vivir los momentos siempre nuevos, siempre únicos y siempre verdaderos… por lo tanto, debe ser como estrenar continuamente la vida.

Pero se me antoja que debe quedar reservado, sólo, a almas muy elevadas, muy transparentes, muy armoniosas. Difícilmente es una experiencia, una situación al alcance de los seres de a pie.

¡Si supiéramos cómo estrenar la vida de cada momento!

Es posible que tengamos momentos especiales, esos momentos eternos y sin tiempo que permanecen imborrables a nuestra memoria, pero poder decir que vivimos la vida, nuestra vida en un continuo inaugurar, en un continuo estrenar, me parece demasiado grandioso, difícil y complicado para el vivir diario.

Pienso que quizás estrenar la vida debe ser, como decía Moratiel, estar dónde estamos, no estar pensando en lo que debo hacer después o lo que hice ayer, ni en lo que me dijeron o me dejaron de decir… sino sentirnos y estar presentes en el momento de ahora, en este instante, porque este momento, este ahora, no volverá a vivirse, no volverá a repetirse, no volverá a ser, ni a existir; podrá ser parecido, semejante, pero será otro, nunca será el mismo instante, el mismo ahora, el mismo aquí.

Estrenar la vida debe ser… vivir la vida de ahora, con sus luces y sus sombras, con sus días y sus noches, porque sólo en la diversidad de los instantes podemos vivir y estrenar continuamente, sino fuera así, si todo fuera armonía, placidez y certeza, sería una pura y auténtica linealidad, puro mecanicismo, auténtico artificio.

martes, 25 de septiembre de 2007

SOBRE LA SINCERIDAD

La sinceridad es una de las virtudes más valoradas en el ser humano. Una persona sincera es una persona de la cual nos fiamos, nos sentimos cercanos, e incluso nos sentimos seguros porque sus palabras expresan su verdad. No siempre la sinceridad es dulce, amistosa, amable… en ocasiones, su manifestación puede dolernos por la carga o crudeza que ella pueda hacernos visible. Su realidad bella y agradable, en los buenos momentos, puede convertirse en agravio, dolor y tristeza en situaciones poco favorables, por eso la sinceridad es un valor poco habitual en las personas, no por despecho, no por cobardía (que también) o por falta de valor, sino porque no queremos ser provocadores de abatimientos o desánimo, tanto en nosotros, como en vidas ajenas.

¡Pero! hay una sinceridad que nunca debemos evadir, una sinceridad primera y primordial que debe siempre presidirnos: la sinceridad con nosotros mismos.

Ser sinceros con nosotros mismos, no es tarea fácil. Intervienen muchos intereses en esa relación: los de nuestra mente, nuestras prioridades, nuestros deseos, nuestros anhelos y aspiraciones, nuestros gustos, nuestras ansias… pero en la verdad nuestra, la propia, la individual, la personal… todo, absolutamente todo, deberíamos pasarlo por el corazón y el alma, verdadero taller de claridad y transparencia. Pasarlo por el tamiz de nuestra sinceridad es reconocer y ver lo que ella nos dice. ¡Que lo llevemos a término o no, es otro cantar! Pero el sentir interior, la vida del alma nunca usará con nosotros artimañas, ni embustes, porque no hay telón que oculte nuestra verdad, en lo más íntimo de nosotros.

jueves, 20 de septiembre de 2007

EL SENTIDO DE LA VIDA

Transcurrimos por la senda de la vida sin darnos cuenta, muchas veces, del sentido que nuestra existencia tiene en el mundo.

Se han hecho familiares en el lenguaje cotidiano, un conjunto de exclamaciones como:
¿Qué hago yo en este mundo?
¡Para lo que sirvo!
¡A quién le importa lo que a mi me pase!
A nadie le interesa lo que yo piense
Para lo que le importo a…
Da lo mismo que lo haga o que no
… …

Hay momentos en que nos da la sensación que nuestra presencia y nuestro hacer, en este mundo nuestro, es totalmente inútil y no le interesa a nadie.

Y es que enfocamos nuestros momentos, nuestros pensamientos, y realizamos nuestras acciones esperando una respuesta exterior.
Vivimos pendientes de la respuesta externa.
Buscamos el beneplácito que está fuera de nosotros sin tener la seguridad, ni la certeza de obtenerla, y nuestro ánimo y nuestro sentido lo hemos hecho dependiente de esa respuesta.

La vida existe para cada uno de nosotros, porque estamos en ella, porque la vivimos por mediación de nuestro cuerpo y la sentimos en nuestro interior, en nuestra alma, en nuestro corazón. Sin esa vida nuestra, la propia, la personal, la individual de cada uno, no existiría esa referencia o relación de una hacia las otras. La vida de cada uno, es primordial, es lo único que tenemos, es lo que hemos de cuidar, mimar, aceptar, entender y atender siempre.

Hallar el sentido de nuestra vida, es encontrar la esencia, la verdad, la belleza, la sinceridad, ver lo hermoso, lo trascendente, lo limitado, las carencias y las imperfecciones que nos habitan.

Hallar el sentido de la vida es ir transformando, aceptando y asumiendo los sucesos de todos y cada uno de nuestros momentos, aquellos que vamos viviendo y aquellos que no podemos alcanzar o a los que no podemos llegar. Debemos aprender de ellos y vivirlos todos.

Cuando un ser es capaz de vivir la vida sin afán exterior, sin poder y en libertad… Cuando somos capaces de aceptar lo que se nos ofrece, lo que se nos da, lo que se nos otorga… Cuando admitimos nuestra limitación, nuestra imperfección, nuestra particularidad… vivimos una existencia de vida. La existencia adquiere sentido porque toda la plenitud, toda la expresividad y toda la vida habita, camina y se manifiesta en mí, sólo viviendo la vida desde mí, puedo aportar, puedo dar y puedo regalarme al mundo, uniéndome a él, formando parte de él, participando en él con mi individualidad y con mi singularidad, en la alternancia de la admisión y la donación.

viernes, 14 de septiembre de 2007

MI CONCEPTO DE DIOS

Mi concepto de Dios era parecido al Dios de Sartre, donde Dios era ese ojo que todo lo ve por mucho que te escondas, ese dedo acusador cuando actúas fuera del orden establecido, esa obligación de ir a misa todos los domingos si querías ser un buen cristiano, ese tener que ser bondadoso, caritativo y fiel ejecutor de los mandamientos y… todo lo demás.

Felizmente el Padre Moratiel cambió esos conceptos. ¿Cómo? No sabría como decirlo, pero escuchar la sencillez de sus palabras, entender su simplicidad de las cosas, comprender que la felicidad está al alcance de todos, que lo sencillo es lo más hermoso, que el amor todo lo puede… despertó en mí a ese Dios cercano, ese Dios próximo que habita en el hombre, ese Dios… que te acepta y te ama tal como lo que eres. Sin más.

Ahora, Dios no quiere que hagas nada a la fuerza, Dios quiere tu libertad y la donación por ti mismo, por Amor a Él, independientemente que tus actos no sean los que marquen los cánones terrenales. Ese Ser que todos llevamos dentro, para mí es Dios, de alguna forma hay que llamarle, y necesito que Dios exista.

Los avatares de la vida nos plantean a lo largo de nuestra existencia muchos interrogantes, muchas preguntas, muchos porqués. Nuestro hacer con los demás, con los nuestros y con el resto del mundo… no puede ser lo mismo una cosa que otra. No es lo mismo el que mata que el que ama, el que agrede que el que acaricia y por eso la vida no puede ser simplemente nacer, vivir y morir. Es mucho más importante, diría que es lo más importante, lo que un alma ama, lo que siente, lo que uno da, lo que uno ofrece libremente… todo aquello que no se ve o no se puede mostrar. Si después de una andadura por esta tierra todo termina con la muerte, todo desaparece bajo tierra, pues… apaga y vámonos.

Creo que el amor que uno siente por otro ser humano, la entrega de uno hacia el otro, la compañía, la escucha, la presencia, la amistad… ha de perdurar más allá de la propia existencia de uno, el cuerpo se queda aquí pero el sentir y la vida del alma sigue el camino más allá de la muerte de otra forma, de otra manera, que no sabría como explicar.

sábado, 8 de septiembre de 2007

LA ESPERA

Qué larga es la espera cuando esperamos del exterior.

Los minutos, las horas y los días transcurren lentamente, el corazón se nos encoje ante esa espera que resulta desesperante, los pensamientos se amontonan buscando el motivo de la tardanza, del silencio, de la callada quietud. Y nuestra espera sigue ahí, esperando un sonido, esperando una voz, esperando algo que no llega. Cuando en esos momentos, todo nuestro ser, toda nuestra atención, está pendiente del exterior, la vida parece detenerse y los instantes se alargan sobremanera aumentando nuestra intranquilidad, nuestra inquietud.

Ese es el gran error y la causa de muchos de nuestros problemas: poner nuestra atención y nuestro sentir en lo de fuera, en lo exterior, en la epidermis de nuestro cuerpo, pendientes siempre de lo externo.

Si el hombre fuera consciente de su integridad como ser, como un todo, completo, sin dependencias, sin apegos exteriores…, la vida sería mucho más hermosa, mucho más tranquila, mucho más sosegada, mucho más vivida. Pero los humanos nos creamos dependencias unos con otros, nos alimentamos unos de otros creando ataduras, sin cuidar nuestra independencia, nuestra libertad, nuestra autonomía. Y nos damos cuenta de nuestro apego, de que nuestras relaciones nos limitan, de que nuestras acciones ya no son nuestras solamente sino dependientes, y a pesar de todo no somos capaces de liberarnos, no somos capaces de soltar las amarras que nos atan y nos limitan, no somos capaces de retomar nuestra libertad… porque nos hemos acostumbrado tanto a la interdependencia, que no sabemos como utilizar, como vivir la libertad que nos ha sido dada; y como buen animal de costumbres permanecemos ahí, esperando… aguardando… quién sabe qué.

martes, 4 de septiembre de 2007

SABER MIRAR LA VIDA

Vivir es pasar.
Jamás se detiene, jamás se paraliza la vida, jamás se puede fijar; la fijación es la muerte
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(j.f.Moratiel)

La vida debería ser un pasar gozando de todo lo que la misma vida pone en nuestras manos. Jamás se detiene, jamás se paraliza la vida, jamás se puede fijar; la fijación es la muerte. Sin embargo convertimos la vida, muchas veces, en sufrimiento, porque la queremos y la vivimos según nuestros reglamentos, según nuestros criterios, según nuestros propios pareceres.

La existencia es nuestra, cada uno tiene en la mano su propia vida, su propia mirada para ver esa vida. Las experiencias que vivimos dependen de nuestra percepción, de nuestra manera de vivirlas, de nuestra forma de mirarlas, todo depende de cómo acojamos nuestra realidad.

Es un entramado la vida, una finísima e invisible red de exterior e interior, de superficialidad y de interioridad, de alma y cuerpo, de afectos y de indiferencias, de amor y desamor, de días y de noches, de deseos y de realidades…

Cuando miramos la vida desde el portal, cuando vivimos la vida desde nuestra fachada... el exterior, la superficialidad, el cuerpo, las indiferencias, el desamor, las noches y los deseos están a la vista bellamente disfrazados y a nuestro alcance, lo que nos expone, sin remedio, a la tentación de ser seducidos, de ser cautivados por ellos y convertirnos en futuras víctimas del desengaño, de la desilusión, de la amargura; a vivir situaciones y realidades que nos causarán disgusto, que nos ocasionarán sufrimiento.

El sufrimiento podemos evitarlo o menguarlo cuando pasamos por la vida sin fijar, sin retener, sin adueñarnos, sin posesionarnos de ella. Cuando nuestra vida es vivida desde nosotros, desde nuestro interior, desde nuestra esencia, desde un puertas adentro. Cuando vivimos así nuestra vida, entonces la vida es una continua sorpresa, una retahíla de vivencias que permiten enriquecernos y llenarnos.

El entramado de la vida tiene también sus puntos negros, pero al no fijar, al no querer paralizar, al no retener nada, el sufrimiento se convierte en el paso, en la enseñanza, en el aprendizaje que nos permite avanzar, madurar y crecer.

sábado, 1 de septiembre de 2007

LA LIBERTAD DEL APEGO

Es humano apegarnos a las cosas, a nuestros seres queridos, a nuestros deseos, a nuestros anhelos, a nuestras aspiraciones, a nuestras apetencias. Es propio del hombre tener esas “cualidades” o características, precisamente porque somos interior y exterior, porque vivimos hacia dentro y hacia fuera.

Cuando alguna de estas manifestaciones hacia el exterior se apodera de nuestra unidad, de nuestra alma y de nuestro cuerpo, aparece sin remedio la presencia del apego, un apego que se convierte en el eje de nuestra vida, dejamos de ser nosotros mismos para vivir como hojas movidas por el viento del deseo o del afán, pasamos a convertirnos en servidores de nuestro ego.

Todos hemos cruzado etapas de apego, todos hemos sufrido el dominio o la tiranía de sentirnos atados hacia algo que está fuera de nosotros, que es externo a nuestro ser, una situación que se nos escapa de las manos y que puede arrastrarnos. Darnos cuenta, es ya un gran paso hacia la liberación, pero no es suficiente. Admitir que nuestra libertad ya no es nuestra sino que está a merced de esas apetencias y de esos deseos externos, es el punto de partida para recuperar nuestra unidad, nuestra autonomía y nuestra individualidad.

Desprenderse de las ataduras, que nosotros mismos podemos haber creado, puede ser doloroso, triste, incluso nos haga sufrir… pero la recompensa de recobrar la brisa de la vida, la magia y el misterio de nuestra vida, el gozo y la plenitud de vivir de nuevo nuestra libertad, es algo que no tiene límites.

El ser humano comparte, vive y goza de todo aquello que la vida le puede ofrecer, de todo lo que la vida le puede dar, de todo lo que la vida le puede regalar. El hombre es libre, posee una libertad que no puede estar a merced del deseo, de los afanes o de los anhelos, manifestaciones exclusivamente egocéntricas que hoy están y mañana cambiarán. El ego es caprichoso, es voluble, es impulsivo, es inmaduro y ponernos en sus manos nos degrada y nos aprisiona.

La libertad de ser uno mismo, es regresar hacia nuestro ser, retornar al camino de nuestro interior, es reencontrarnos con nuestra unidad, ser de nuevo independientes, soberanos de nuestra existencia, dejarnos acariciar y amar por la vida, por nuestra propia vida. Ser de nuevo LIBRES para vivir de verdad la vida.