domingo, 21 de octubre de 2007

EL HUMANISMO DE LOS FUERTES

Si hablamos del estado de ánimo de los seres humanos, existen a grandes rasgos, como dos grandes grupos de personas.

Unas son aquellas que cuando les sucede algún altercado o sufren algún pesimismo o alguna contrariedad, se sumergen en un estado de preocupación y de tristeza, siendo los más allegados los que les presten más atención y más cuidados a causa de su pesimismo, de su tendencia a los estados depresivos. Necesitan como una manifestación más acusada de cariño y afecto de sus seres queridos, de su entorno. A pesar de ello suelen mostrar y manifestar ese aire de melancolía o de pesimismo.

Hay otro grupo de personas cuya apariencia exterior es la de poseer un carácter fuerte, capaz de resistir los avatares de la vida, sean cuales sean. Su ánimo les mantiene firmes ante las adversidades, aunque ello no signifique que no lo sientan y lo sufran. Estas personas son vistas por los demás como si fueran rocas, como si los sucesos no les afectaran con igual intensidad que aquellos que lo expresan y lo manifiestan.

Quisiera levantar mi voz a favor de ese segundo grupo que aparentemente resisten todo lo que la vida les hace vivir. Los llamados fuertes son personas cuyo dolor también arrasa lo más hondo del ser, a veces es tanto el dolor que no lo expresan porque por mucho que se diga, por mucho que se hable, nadie es capaz de compartirlo; pueden más o menos entenderlo, se puede más o menos comprender, pero por mucho que se hable de ello nunca nadie puede vivir lo que uno está viviendo. Los llamados fuertes también son humanos y a pesar de que no puedan, no sepan o no sientan el expresarlo, muchas veces el dolor y el sufrimiento es extremo, y en la soledad de sus vidas sienten romper el alma y desgarrar las entrañas ante esa quebradura de su interior, pero son considerados fuertes porque tienen la voluntad de caminar sabiendo que la vida no siempre será como este momento, su fortaleza descansa en confiar que la vida puede cambiar y mostrar su cara amable y feliz.

A veces creo que la vida es mucho más dura con los que denominamos fuertes por esa capacidad de aguante, de aceptación o de voluntad, y lo ingrato de todo ello, es oír y sentir de los demás, que ese sufrimiento no es tan grave o no es tan extremo porque no se manifiesta. Valoramos siempre en función de la exterioridad, de lo que percibimos, de lo que vemos, de lo que deducimos o imaginamos sin tener en cuenta y sin saber lo que de verdad habita dentro de cada corazón.

Habría que recordar que por muy fuerte que uno sea también se es humano y en ocasiones la fortaleza llega al extremo de ser tan frágil como un simple papel de fumar, pero sin saber cómo se agarran a la espera, a la confianza de cambio. Quizás no es que se sea más fuerte, sino simplemente se es algo más paciente en el día a día.

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