Una de las mejores virtudes de la vida y del Silencio es sin duda la PACIENCIA.
Nuestros pasos en la vida, en nuestros quehaceres, en todos los aspectos de nuestros días requieren su tiempo, su ocasión, su momento. Nosotros, a veces, nos impacientamos por llegar a un lugar, nos impacientamos para conseguir un propósito, para ordenar nuestras prioridades, para completar nuestras actividades…
Cuando entramos en el camino del Silencio, nos ocurre lo mismo, tenemos una cierta prisa en encontrar la postura adecuada, en conseguir una perfecta concentración, en creer que entramos en un espacio donde sólo hay que atender unas pautas previas y ¡zas! estamos de lleno en pleno camino de superación. Pues, no ¡nada de eso! la andadura en el silencio es un lento caminar, es una cuesta ardua, difícil y costosa, que necesita de cierta dedicación y de mucha paciencia.
Moratiel nos recordaba a menudo que, el camino del Silencio, es una tarea que nos puede llevar toda la vida, y en ocasiones, hasta mucho tiempo después de habernos iniciado, aún no hallamos la forma de vivirlo y sentirlo con cierta familiaridad, con cierta seguridad. La vida, por el camino del silencio, es una forma de vivir la vida que requiere constancia, voluntad, asiduidad y aceptación.
Todo en la vida requiere su tiempo y es casi innato en el hombre de hoy la impaciencia, todo lo queremos de inmediato, lo deseamos ahora, ya, en este momento, y sin embargo las cosas, los procesos, las situaciones requieren su tiempo, su espacio y su lugar. También nosotros necesitamos tiempo y espacio para asumir los hechos y las vivencias de nuestra vida, también nosotros necesitamos de la paciencia, tanto nuestra como ajena, para aceptar cambios, para tomar decisiones, para… caminar los pequeños trechos de cada día.
La paciencia suele hacer del hombre un ser tranquilo, atento, observador y sabio, porque en esa espera sabe vivir la vida de los instantes.
lunes, 15 de octubre de 2007
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