miércoles, 5 de diciembre de 2007

CIERRO LOS OJOS... Y...

Cierro los ojos... y el mundo puede ser distinto, mi mundo puede ser diferente, mi entorno puede cambiar... aunque sólo sea por un instante.

Cerrar los ojos puede indicar o sugerir muchas cosas, pero lo primero y más fácil de imaginar es sencillamente la presencia de un agradable y acogedor estado de somnolencia, que rápidamente nos remite al sueño. Podemos cerrar los ojos por muchas otras razones, pero mi propósito es acercarme a ese cerrar los ojos cuando simplemente nos recogemos en nuestras cosas, en nuestros pensamientos, cuando nos adentramos en nuestra intimidad.

Cerrar los ojos es un signo, posiblemente inconsciente pero, muy significativo en esta situación de recogimiento. Es una “apartarse” visualmente de todo aquello que nos rodea, alejarnos de lo que nuestros ojos contemplan en el exterior para adentrarnos a nuestro sentir. Si no existe un motivo muy especial, muy acusado, nos dejamos llevar por el momento en sí, que nos traslada libremente a nuestros pensamientos o a lo que en ese momento surja de ellos. Si en cambio, tenemos algo que nos emociona o nos inquieta, fácilmente el instante nos traslada al objetivo de nuestro sentimiento. Se nos aparecen las cosas, las situaciones o los sucesos tal y como nosotros deseamos que ocurran, o quizás sirven, esos momentos, para que la realidad de las cosas se nos aclaren, se nos hagan entendibles, quizás divaguemos y de repente nos surja el camino a tomar… pero en cualquier caso, el mundo suele ser distinto, las cosas pueden ser de otra forma, casi se puede afirmar que son diferentes. Somos... como espectadores de lo que nos invade, el mundo es otro, somos creadores de ese sentir que nos invade y que en cierta manera, tiende a favorecer y facilitar ese otro cosmos en el que estamos inmersos, inundándonos de un placentero espacio.

En otras ocasiones, aquello que estamos evitando en nuestra realidad exterior, al cerrar los ojos, se nos hace presente de una manera cruda, e incluso cruel y sentimos encoger nuestro corazón de tal forma que nos invade la tristeza. Creo que es bueno a veces, dejarnos llevar también por esa sensación y ese estado quizás nostálgico, quizás melancólico e incluso depresivo, porque si somos conscientes de nuestros deseos insatisfechos, de nuestras precariedades, el hecho de que se nos hagan presentes nos liberan de la angustia existente en nosotros mismos.

Cerrar los ojos, adentrarnos en la intimidad de nuestro ser, sea para liberarnos de nuestra insatisfacción o desdicha, sea para alimentar nuestra fantasía, nuestros deseos o nuestras ilusiones, son momentos que todos tenemos, son momentos de encuentro, son momentos presentes en los que creo que el ser humano vive también parte de su existencia, de otra forma, de otro modo, pero lo vive en la confianza de expresarse a si mismo, de encontrarse a si mismo y de ayudarse a si mismo. El encuentro con uno mismo nunca traiciona, nunca delata, nunca acusa realmente. No siempre es la mejor solución, pero indiscutiblemente es un recurso siempre disponible.

1 luces en el Silencio:

Anónimo dijo...

Pareciera ser que cuando uno se abre...abre tambièn a otros, pues al leerte descubro lo que pasa en mi. Siempre me pregunto que es de verdad lo que aflora cuando cierro los ojos. Si es que aflora mi ego con toda su fuerza o si lo que emerge es mi verdadera esencia...Con seguridad que surgen ambas cosas.
¿Serà acaso el diàlogo entre el alma y mi ego? ¿Serà el diàlogo entre Dios y yo?...
Cuando al cerrar los ojos me siento invadida por el mundo de la fantasìa y de la imaginaciòn, experimento que los sueños y deseos se vuelven "timòn del barco" de mi vida, hacièndome sentir protagonista, y constructora del mundo segùn mis sueños. Seguramente es el ego que "galopa" a su antojo. Pero cuando cierro los ojos y tan sòlo observo atentamente pasar (susesiòn de imàgenes , recuerdos, sensaciones),y tambièn se asoma la angustiosa soledad o vacìo,disputàndose el lugar para instalarse en mi, con su hambre y su sed de cariño, de posesiòn, de respuestas... entonces es distinto...sè que estoy en manos del Trascendente...porque toda esa voràgine de fuerzas que luchan por tener un lugar e instalarse, ante la presencia del Silencio, se agotan y agonizan. No es una decisiòn...no es un propòsito...tampoco una opresiòn,(simplemente es un dejar que acontezca, abrir el espacio al Silencio...) y surge entonces un verdadero descanso que tonifica el alma, rejuvenece el cuerpo y nos brota la alegrìa de vivir. De vivir lo que sea.
Me atrevo a decir que en ese cerrar los ojos y apartarse, es la condiciòn privilegiada para el Dulce Encuentro. Es un dejar captarse por la Eternidad, experimentar que todo pasa...todo se sucede...pero el Amor siempre ahì...esperàndonos y acogièndonos, hacièndose conocer en el Silencio.
Sin juzgar, sin elegir, sin dirigir, y toda resistencia deshacièndose.
Gracias M. Angels por compartirnos tu Silencio.